"Siempre trataré de tenerte en mis pensamientos porque sé que nunca encontraré un amigo como tú". 

Este es el extracto de una carta de amor que le escribí a Dios. La titulé "Carta de amor a mi Dios". Todavía puedo imaginar la inocencia con la que escribí esas tiernas palabras a Dios. 

"Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos. “ Mateo 18:2-4

La ternura en mi corazón con la que le escribí a Dios puede parecer extraña a veces. Tristemente, con el paso de los años, me encuentro reemplazando mi amistad con Jesús por amistad con el mundo. Esto crea una profunda tristeza en mi corazón. No sé cómo ni cuándo dejo de pensar en que no hay amigo como Jesús.

En mis veinticinco años de caminar con Dios, he perdido la cuenta de las veces que he dicho: "Me siento sola." Tiendo a darme permiso de quedarme con ese sentimiento en lugar de reemplazar esos sentimientos con la verdad. Si estoy caminando con Dios, nunca estaré sola. 

"Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará". Deuteronomio 31:6

Gracias por leerme. ¡A Dios sea la gloria!