Reflexionando…

Recientemente leí un libro llamado "The Peacemaker" de Ken Sandle. En el libro, hubo una declaración que llamó mi atención que aborda áreas de nuestra vida que crean conflicto personal: "Las cosas buenas que quieres demasiado son deseos elevados a exigencias". 

Tuve que leer la declaración dos veces y hacer una pausa para reflexionar sobre cómo he tenido un conflicto interno o he herido a otros porque mi deseo se convirtió en una demanda. 

Tener un deseo no es malo; de hecho, me encanta saber que Dios quiere darme los deseos de mi corazón. "Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón." (Salmo 37:4). A veces, no recuerdo que mi principal deseo como hija de Dios debe ser deleitarme en Él. Cuando ese es mi deseo inmediato, entonces mi corazón agrada a los ojos de Dios. 

"Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío." (Salmo 19:14). 

Hay muchos deseos que he tenido que pasaron a un segundo plano o que ya no existen porque deleitarme en el Señor me ayudó a ver que mi deseo estaba creando conflicto en mi corazón y, en algunos casos, entre otros y yo. 

Un ejemplo fue cuando me embarqué en un viaje para obtener mi título clínico en consejería. Yo estaba emocionada. Pero luego vinieron las olas, y en lugar de reconocerlo como una ola y levantarme, me tragó. Había ocurrido una situación inesperada que me obligó a dejar de ir a la universidad y concentrarme en ella. Estaba amargada y enojada por el problema y las personas involucradas. Mi deseo de ser consejera clínica se convirtió en una demanda, la cual me llevó a muchos conflictos internos.

"¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior. Ustedes quieren algo, y no lo obtienen; matan, sienten envidia de alguna cosa, y como no la pueden conseguir, luchan y se hacen la guerra. No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios; y si se lo piden, no lo reciben porque lo piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres." (Santiago 4: 1-3 NVI) 

La terapia que tuve cambió mi vida radicalmente. Deseaba tanto servir a los demás de esta manera. Mi deseo era bueno, pero había olvidado que la sanidad que recibí provenía de mi deseo de deleitarme en el Señor y dejé de mirarlo en busca de dirección cuando mi deseo se nos se veía favorable y fui de desear algo a demandar. 

"Por eso, vuélvanse ustedes a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados ..." (Hechos 3:19 NVI) 

Dios hizo claro que mi deseo comenzó a cegarme. Dejé de ver las formas en que Dios me estaba usando para ayudar sin un título clínico. Me arrepentí de esta exigencia de convertirme en consejera clínica, y me refrescó al permitirme continuar sirviendo y ayudando de otras formas. Una de ellas ha sido compartir mi historia la cual ha animado a otros, buscar ayuda profesional y así lidiar con los traumas de su pasado. Cuando la situación que me llevó a parar de ir a la universidad se resolvió, yo estaba en paz. Dios me ha llevado a ser parte de muchas aventuras. No porque tuviera un título en consejería, sino porque Dios es el máximo sanador. La consejería, el coaching de vida, los libros de autoayuda, etc., son herramientas que Dios usa para llevarnos más profundamente a las áreas en las que nos sentimos atrapados haciéndonos conscientes de los puntos ciegos. No fue mi experiencia universitaria lo que ayudó, sino que fui yo quien decidió deleitarme en el Señor, lo que significa sus planes y deseos. 

"El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor". (Proverbios 16: 9 NVI) 

Las cosas se veían bien. Parecía un buen momento para emprender el proyecto de convertirse en consejera clínica. 

Las clases estaban en pleno movimiento cuando llegó otra ola. Esta vez ya no estaba en plan de demandar. Me levanté, lloré con algunos amigos cercanos y seguí adelante. No dudé en dejar de lado esa meta y deleitarme en hacer exactamente lo que Dios me estaba llamando a hacer en ese momento. 

Jesús respondió: "Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios". (Lucas 18:27 NVI) 

Al igual que antes, la tormenta había pasado, pero esta vez yo era diferente. Realmente estaba bien. De hecho, esta vez, elegí decir, “Dios, conoces mi deseo, confiaré en ti.” 

La pandemia comenzó y me encontré en casa, desarrollando nuevas visiones. Empecé a disfrutar haciendo cosas virtualmente. Tuve el privilegio de realizar varias conferencias. Al compartir mi corazón y mi vida, muchas mujeres compartieron lo atrapadas que se sentían en la vida especialmente durante estos tiempos. Vi la necesidad de más servicios profesionales para ayudar a otros a avanzar.

Hace unos años, conocí la idea del Life-Coaching. Contraté uno porque tenía dificultades navegando todos los roles en mi propia vida. Mientras trabajaba con el coach y compartía mi vida y todas las cosas que Dios había hecho, me animó y me dijo: "Olivia, eres una Life-Coach". 

"Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina." (2 Pedro 1: 3-4 NVI)

Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir como él manda. No estoy donde quiero estar, pero definitivamente no estoy donde estaba.Tengo que estar alerta a que mis deseos no se conviertan en demandas. 

"Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos". (Lucas 22: 31-32 NVI) 

Durante esta pandemia, he reflexionado mucho, y una cosa es real: Satanás está en el negocio de querer zarandearnos como trigo. Sin embargo, Jesús ora por nosotros (lee Juan 17: 20-26), y podemos volvernos a Dios. Cuando lo hagamos, él espera que regresemos y fortalezcamos a los demás. 

Desarrollar esta convicción me llevó a embarcarme en el viaje de ser Coach de Vida Certificada. Estoy agradecida de poder estar disponible para cualquiera que esté estancado o simplemente quiera descubrir a dónde ir en la vida. 

"Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno." (Salmo 139: 23-24 NVI) 

Permitir que Dios escudriñe mi corazón me lleva a deleitarme en él. Cuando lo hago, es impresionante a dónde me lleva. Él me da los deseos de mi corazón. Centrarme en sus deseos evita que me vuelva exigente y me permite hacer libremente lo que me pide mientras dejo mi huella en la vida.

"Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón." (Salmo 37: 4).

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