Un tiempo doloroso.

Llegó la temporada navideña. Algunos quieren celebrar, otros quieren encerrarse en un rincón y quedarse allí hasta que se acabe esta temporada. Cuando tenía 17 años, mi familia perdió a nuestro primo-hermano de 10 años en un accidente trágico unas semanas antes de Navidad.

Cuando era joven no tenía idea de cómo sentirme: el estaba allí cuando pusimos el árbol de Navidad y se fue para siempre unos días después.

Muchos de ustedes conocen mi historia. Gloria a Dios el poder decir que amo y respeto a mis padres con todo mi corazón. Prólogo con eso porque lo que digo al siguiente no es un golpe para mis padres, son los hechos. Tuve una niñez difícil y desafiante debido a la salud mental de mi papá.

Las temporadas navideñas para mí eran algo que mis hermanos y yo esperábamos cada año con ansias. Fue la única vez que podíamos garantizar paz, alegría, risa, aprecio y más en casa. Mi papá cocinaba una buena cena y un delicioso pastel de frutas. Nos conectamos con los vecinos. A la medianoche todo el vecindario estaba afuera saludándose y nos abrazamos diciendo, Feliz Navidad. Para mi era un pedacito de cielo en medio de la confusión que vivíamos durante el año. Todavía recuerdo un año en el que no recibimos ningún regalo porque, financieramente, no era posible y nosotros (mis hermanos y yo) envolvimos algunos de nuestros juguetes viejos y los colocamos debajo del árbol y no jugamos con ellos por un tiempo. Para Navidad, los abrimos como si nunca los hubiéramos visto antes. Nada nos iba a robar nuestra alegría.

Cuando murió mi primo, no nos enseñaron a lamentar esa pérdida. Mis padres no estaban equipados. No hubo clase, grupo de apoyo o libros para leer. Aprendimos a manejar la vida sin él. De alguna manera, intentamos avanzar tratando de hacer algunas de las cosas que solíamos hacer. Fue extraño. Así es cómo diría que me sentí: extraña.

Avance años después: ahora soy mamá. Mi mayor hijo nació en Navidad. El primer año de celebración fue increíble con mi familia, mi esposo y mi hijo. Los años siguientes fueron interesantes, algo en mí se sentía triste y no estaba segura de por qué. Sentí la necesidad de darle glamour a la temporada navideña. Mi maravilloso esposo cada año me seguía la corriente ya que veía que yo estaba decidida a hacer que la Navidad fuera memorable. Me encanta escuchar las historias de mis hijos sobre las ideas que implementé durante estos tiempos (algunos recuerdos nos hacen reír tanto que lloramos al hablar de ellos). Pero a pesar de mis esfuerzos, algo se sentía extraño dentro de mi.

Cuando estudié la Biblia y aprendí a concentrarme en el significado de la Navidad, mi mente cambió. Ese cambio expuso la extraña sensación con la que no había lidiado y salió en terapia. No había lamentado la muerte de mi primo y las veces que ya no estaba allí durante momento tan memorables de mi vida. Recuerdo lo mucho que lloré. Fue como si años de lágrimas reprimidas fluyeran sin parar. El dolor estaba tan presente que cualquiera se preguntaría si acababa de enterarme de una muerte reciente. Enfocarme en Jesús expuso el dolor oculto y me ayudó a disfrutar de mi familia y a ser consolada por Dios. Ya no sentía la necesidad de darle glamour a la Navidad en mi casa. Ahora la Navidad es un tiempo de donde me concentro en Jesús y disfruto de tener a todos mis hijos en casa. Todavía trato de hacer algo para que disfrutemos.

No soy consejera de duelo. Soy una mujer que después de muchos años, entendió la importancia de no avergonzarme por la tristeza que siento por pérdidas importantes en mi vida. He aprendido a no avergonzarme de buscar ayuda profesional cuando la necesito. Dios me consuela mientras sana mi corazón roto. Lo hace de muchas manera y una de esas formas es dándome personas que me recuerdan con mucho amor que Dios puede sanar mi corazón roto cuando lo olvido o me ofrecen su hombro para llorar.

Con ayuda, lamenté la pérdida de mi primo y muchas otras pérdidas en mi vida. He aprendido a darme permiso para llorar y permitir que otros lloren conmigo. Las herramientas que aprendí sobre el duelo las valoro. A pesar de eso, ciertas cosas pueden desencadenar recuerdos y puedo recaer en habilidades de afrontamiento poco saludables cuando estoy de duelo. Cuando recaigo en el uso de habilidades de afrontamiento poco saludables, estoy agradecida por aquellos que me brindan un lugar seguro para ser vulnerable y poder tomar conciencia de lo que necesito.

Esta mañana leí sobre la muerte de tres miembros de una iglesia que es querida por mi corazón. En los últimos meses he oído hablar de más muertes. Esto puede ser por estar mas activa en los medios sociales lo cual estoy agradecida escuchar porque asi puedo orar por las familias. Esta semana mi primo murió de manera trágica. Hoy es su funeral. Todo esto me hace recordar la necesidad de ser amable con aquellos que han perdido a sus seres queridos. Esta será una de las muchas temporadas navideñas sin su ser querido. Ser amable al interactuar con personas que pueden haber perdido tanto y, a veces, no sabemos por qué pueden estar actuando de manera extraña. Ser una amiga y buscar una amiga si lo necesito.

He aprendido varias lecciones en mi proceso de duelo. Una de ellas es, que aquellos que me han brindado consuelo cuando estoy sufriendo no son los que intentan arreglarme como si soy un objeto roto, sino los que saben que no pueden hacerlo y deciden ser simplemente un hombro para mi cabeza descansar y llorar.

Enviando mucho amor a quienes están de duelo durante esta temporada navideña.

"El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza." Salmo 34:18 DHH

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